La gastronomía de Huelva es siempre un reclamo para quienes visitan la provincia, y no es para menos. De norte a sur, Huelva cuenta con una amplia variedad de productos autóctonos que, como dice el eslogan de Turismo de Huelva, «eleva tus sentidos«. Vamos a repasar cuáles son:

La gamba blanca es, junto al jamón, el producto más buscado. Tiene su propio sello de calidad, ya que se trata de un producto realmente especial que se encuentra en el golfo de Cádiz. Aunque se puede comer en tortilla o ensaladilla, no hay nada como cocerlas, echarle sal gorda y directa a la boca, (siempre pelándola antes). La gamba blanca es tan característica, que hay ferias especializadas en su degustación en Huelva, Punta Umbría e Isla Cristina.

El Jamón de jabugo, otro clásico. Cuando crías al cerdo ibérico en la Sierra de Aracena de manera libre, en la dehesa; y lo alimentas con bellota, el producto que obtenemos es el jamón con Denominación de Origen Jabugo. ¿Quién no se ha embriagado con su sabor? Como dicen los señores de la zona, «del cerdo se aprovecha hasta los andares”. Si el jamón es una delicia, la carne del cerdo no lo es menos, y en Huelva bien lo saben. A la brasa o con arroz, son muchos los restaurantes especializados en su cocina para sacarles el mayor provecho.

Fresas. Huelva es la capital europea de la fresa, ya que es la mayor productora de Europa. Hay quienes se la toman sin nada, quienes le ponen un poco de azúcar o nata. O quienes la usan como el complemento perfecto de tartas y pasteles.

El Choco y las coquinas. El gentilicio oficial de Huelva es «Onubense», pero el de andar por casa, es «choquero». Y es que son muchos los platos que se pueden degustar con este producto. El más típico, el choco en tiras frito, con ese rebozado tan característico. También a la brasa, a la plancha o troceado con un picadillo. Y el guiso más choquero, las habas con chocos, un auténtico manjar. Otro clásico del mar son las coquinas, cuya receta estrella es cocinadas con aceite y ajo. Literalmente, para chuparse los dedos.

Los Gurumelos, las habas enzapatás y los garbanzos de Escacena. La seta onubense por antonomasia es el gurumelo. De sabor intenso y con aroma a tierra, el gurumelo se cocina revuelto, con ajo o con arroz. Su precio suele ser elevado, aunque varía mucho cada año dependiendo de la cantidad que el campo produzca. Las habas enzapatás, por su parte, son el aperitivo que nunca falta en las romerías. Se cuecen con poleo y se suelen servir frías, aunque hay quienes las prefieren calientes. Por último, los garbanzos de Escacena son IPG (Indicación Geográfica Protegida), la única en Andalucía en legumbres.

El hornazo. En cualquier parte de España el hornazo es salado, y depende del sitio se prepara con distintos ingredientes. En Huelva, este postre típico de la Semana Santa, se prepara con cidra y almendra, lo que hace que sea un dulce; ideal para acompañar al café de la tarde.

Vino DO Condado y cerveza Rubens. Para acompañar todas estas delicias, no hay nada mejor que un buen vino o una cerveza artesana bien fresca. En el Condado encontramos la Denominación de origen que lleva su nombre. Tradicionalmente, relacionamos esta denominación con el vino blanco y la uva zalema. Sin embargo, cada vez más se están produciendo tintos de gran calidad, que han ganado premios nacionales. Pero, si eres más de cerveza, entonces Rubens. En La Redondela encontramos su fábrica, y tanto en esta localidad como en Huelva hay dos gastrobares que llevan el mismo nombre y donde puedes degustar todos los tipos que producen. Si te interesa cómo se hace, la fábrica se puede visitar.

De la tierra o del mar, la propuesta gastronómica de Huelva es muy especial por su calidad, su variedad y por el mimo con el que tanto en restaurantes como en las cocinas de las casas de los choqueros, se trata a estos productos. La gastronomía y Huelva van de la mano, son un todo inseparable que, efectivamente, eleva tus sentidos.

Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.

Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.