El acueducto que abasteció Sevilla hasta el siglo XIX
Los Caños de Carmona ¿Cuándo se construyó?
El origen de esta obra de la ingeniería es de la época imperial romana. Dicen que probablemente de la época en la que Julio César andaba enamorado de Híspalis y se centro en habilitar esta ciudad. Cuando llegó la época de los visigodos el mantenimiento del acueducto fue totalmente abandonado, hasta el punto en que los canales se obstruyeron y dejó de funcionar. Durante este período y parte del gobierno de los musulmanes la ciudad se abastecía con aguas salobres que extraían de pozos excavados en las orillas del río, donde no llegaba la marea. Hasta que con la dinastía de los almohades, Abu Yusuf Yaqub, el califa responsable, decide reparar el acueducto para terminar con los problemas de agua de la ciudad. Así que se repara el acueducto que fue encontrado por casualidad a raíz de unas obras urbanas, y además dentro de la ciudad se construyeron unas grandes aljibes donde almacenarían el agua traída para distribuirla en distintas fuentes públicas y edificios importantes.
Efectivamente el nombre de “Caños de Carmona” es erróneo, pues el agua no venía desde el pueblo de Carmona. El agua de este acueducto venía de unos manantiales en los Cercadillos de la Huerta de Santa Lucía, Alcalá de Guadaíra. La longitud del acueducto era aproximadamente de 17,5 km, y una gran parte (13.5km) eran subterráneos, hasta llegar a Torreblanca. Por eso se le llamó Caños y de Carmona, porque el acueducto en sí terminaba en Puerta de Carmona.
¿Cómo estaba hecho y por dónde se ubicaba?
El acueducto se componía de 400 arcos aproximadamente, algunos de ellos duplicados por el desnivel que había en algunos tramos. Los datos que se conservan son del acueducto almohade, así que evidentemente estaba construido en piedra reutilizada de los romanos, ladrillo y cerámica. Se bifurcaba a la altura de la actual calle Luis de Morales para dirigirse al palacio de la Buhaira y desde allí continuaba hasta el Alcázar. El tramo principal continuaba hasta Puerta de Carmona, donde se conectaba con la muralla y almacenaba las aguas en los aljibes que se ubicaban en el antiguo foro romano.
¿Hasta cuándo funcionó?
Debido al desnivel natural producido desde Torreblanca a Sevilla el acueducto pudo funcionar perfectamente hasta el siglo XIX, que fue demolido en 1912 debido a las quejas de los vecinos del barrio, pues los arcos del acueducto servían de refugio a maleantes que molestaban al vecindario, además debido al estado ruinoso que presentaba en algunas zonas decidieron que “el acueducto tenía poco interés cultural representativo”. Actualmente sólo quedan tres tramos: Uno en el barrio de los Pajaritos, en el cruce con la Ronda del Tamarguillo; otro en la calle Luis Montoto, y el tercero apareció al derribar el puente Carmona en las obras de principios de los años noventa, y son parte de los restos que cruzaban el arroyo Targarete a su paso por la Puerta de Carmona. También se conserva una parte de la muralla por el Callejón del Agua, que es la parte más moderna del acueducto pues se conserva dentro de la muralla con cañerías de cerámica que llevaban el agua al Alcázar, y que desembocaban en el actual Estanque de Mercurio. Se dice que probablemente si no se hubiera derruido en el siglo XIX, Sevilla hubiera conservado el acueducto romano más largo de España, más que el de Segovia.
El acueducto que abasteció Sevilla hasta el siglo XIX
Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.
Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.