Alcalá de Guadaira, Ciudad de Panaderos
Si hay una práctica habitual en estos meses de restricciones de movimiento, es la de conocer lugares cercanos que, quizás por el hecho de serlo, no están en el cajón de nuestros pensamientos cuando planificamos una excursión. La realidad es que la distancia no hace que la visita sea de mayor calidad, y un buen ejemplo de ello lo encontramos en Alcalá de Guadaira, apenas a 20 km de Sevilla.
La mejor manera de abrir boca es a través del castillo, cuya estampa impacta nada más entrar en el pueblo. Situado en un cerro, lo que contemplamos hoy día se construye en el siglo XII y sufre modificaciones hasta el s.XVII. Sin embargo, la vida entorno al cerro del castillo se sitúa 4.500 años atrás, ya que hay hallazgos arqueológicos de la Edad de Bronce.
El castillo tiene un horario de visitas en turno de mañana de domingo a viernes (excepto el lunes, que cierra); y el sábado en turno de mañana y tarde.
Junto al castillo, en uno de los puntos más altos, encontramos la iglesia de Santa María del Águila, situada dentro de la antigua villa medieval. De estilo mudéjar, data del siglo XIV, aunque seguramente fuera construida sobre una mezquita árabe. Dentro de sus paredes, encontramos la imagen de la patrona de Alcalá, Nuestra señora del Águila. Dice la tradición popular que los cristianos, en tiempos de invasión musulmana, ocultaron la imagen en el castillo; y que en la reconquista cristiana fue descubierta por un águila. Si bien merece la pena entrar a contemplar sus frescos, arcos apuntados y cubiertas de madera decoradas con azulejos vidriados; no es menos cierto que es un deleite para la vista la panorámica de Alcalá que ofrecen sus exteriores.
Frente a la Plaza del Derribo, encontramos otro templo que bien merece mención. Se trata de la Iglesia de Santiago, que data del 1.500, aunque en su arquitectura también encontramos elementos neoclásicos, concretamente las naves y el cuerpo de la iglesia. A su valor arquitectónico añadimos el artístico, ya que alberga retablos de gran calidad. Lamentablemente, en el 36 la iglesia fue quemada y hubo partes que se perdieron, aunque se procedió a su restauración.
Alcalá fue a principios del s.XX lugar de veraneo de las familias pudientes sevillanas. Y tenemos una buena prueba de ello en los palacios que encontramos entre la Iglesia de Santiago y la del Águila. Debido a la contaminación de las grandes ciudades, la medicina de la época recomendaba salir de la urbe a espacios menos aglomerados. Así, nace la casa Ibarra de la archiconocida familia sevillana. A nivel arquitectónico, tiene un gran interés ya que es de estilo afrancesado, pues se construyó antes de la moda regionalista que surge con Aníbal González y la exposición del 29.
El arte, la historia y la arquitectura se respiran en las calles de Alcalá. Pero también el verde fresco de los árboles, que encontramos en la Ribera del Guadaira, monumento natural que alberga gran cantidad de especies, y la posibilidad de descubrirlas a través de sus muchos senderos.
Es en esta zona donde se encuentran muchos de los molinos que justifica el título de este post, algunos de ellos son del XVIII aunque hay constatación de la tradición molinera desde época romana. Y eran muchos los factores que hicieron que Alcalá y el pan fueran de la mano desde tanto tiempo atrás. El primero es la fertilidad de sus tierras por su ubicación, entorno al Guadaira, que permitía el cultivo del trigo. La segunda, su cercanía a Sevilla, gran urbe en crecimiento y desarrollo que necesitaba abastecimiento de este alimento esencial. Tal era la importancia de la industria panadera que era conocida como “Alcalá de los Panaderos”.
Hoy día, cuando paseas sus calles, se ve la huella de esta industria, aunque ya con toques más actuales. Y es que son muchas las panaderías y confiterías que aún existen, aunque debido a la competencia del pan congelado muchos hornos tradicionales se han visto obligados a cerrar.
A través de este post, hemos dado las pinceladas de lo que puede ser un día de paseo por Alcalá, pero su patrimonio es más extenso y os invitamos a que vayáis a descubrirlo. También os animamos a tapear por el pueblo, ya que son muchas las opciones gastronómicas que podemos encontrar.
Alcalá de Guadaira, Ciudad de Panaderos
Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.
Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.