Los secretos que esconde la Catedral de Sevilla
Llevábamos tiempo queriendo escribir un artículo sobre la Catedral de Sevilla, y es que en esta inmensa mole de piedra se esconden algunos de los tesoros más impresionantes de nuestra ciudad, que como suele ocurrir desgraciadamente, son muy desconocidos para muchos sevillanos.
Nuestro deber y trabajo y lo que adoramos hacer es descubrirles estos secretos a todo aquel que se venga con nosotras a visitarla y en este post vamos a hablar de algunas de esas joyas que podemos encontrar en la Catedral de Santa María de la Sede, en este caso seleccionadas a nuestro antojo, nos dejaremos muchas en el tintero pero de momento hablaremos de nuestras favoritas:
Sacristía Mayor: De Diego de Riaño construida entre 1534 y 1543. Nuestra estancia favorita sin duda, tiene detalles para impresionar desde que entras y te fijas en sus puertas del XVI hasta las columnas, pasando por su cúpula y toda su impresionante decoración plateresca.
Además esta estancia tan impresionante cuenta con una colección abrumadora de artes suntuarias y tallas como el San Fernando de Pedro Roldán (1671) o las pinturas de Murillo y el «Descendimiento de la Cruz» de Pedro de Campaña.
La Catedral es para dedicarle unas cuantas horas, o al menos un par para poder asimilar y disfrutar todo lo que tiene, nuestra recomendación es ver esta sala con calma y fijarse bien en los todos detalles.
La segunda sala más importante e igual o más impresionante que la anterior en nuestra opinión es la Capilla Real, con un horario reducido es posible que cuando entréis en la Catedral la encontréis cerrada pero hay que intentar verla cuando está abierta (solo para cultos). La capilla renacentista de mediados del XVI es una auténtica maravilla y lo que hay escondido en ella aun más, fijaos en la cúpula central, los ábsides y hasta la reja de entrada pues en todas partes hay detalles dignos de mención.
En esta capilla podemos encontrar los monumentos funerarios de Fernando III, Alfonso X y Beatriz de Suabia a la vista y de Pedro I y María de Padilla (protagonista de tantas leyendas sevillanas), entre otros miembros de la realeza en la cripta que se encuentra justo debajo de la capilla y que no es visitable.
Presidiendo la sala la patrona de Sevilla, la Virgen de los Reyes, talla del siglo XIII que podemos ver procesionar el 15 de agosto
Además de las salas y capillas, la Catedral de Sevilla cuenta con numerosas tallas, esculturas, cuadros y piezas en general de un altísimo valor artístico e histórico. Hay casi tantas que si las nombrara todas estaríamos leyendo hasta el día del juicio final, por eso hemos seleccionado algunas de nuestras piezas favoritas y más destacadas.
Virgen Inmaculada de Martínez Montañez, una de las obras más bonitas y dulces de las que se pueden ver en la catedral. De 1630 está Virgen llamada cariñosamente por los sevillanos «La Cieguecita» por su mirada hacía abajo es una de mis favoritas. Montañez representa aquí la iconografía de la Inmaculada que luego será imitada por los artistas venideros, siendo uno de sus grandes contribuciones a la historia del arte.
La Virgen del Madroño es otra de nuestras tallas favoritas, suele pasar muy desapercibida por los visitantes ya que no tiene capilla propia ni llama especialmente la atención, sin embargo su iconografía es única en el templo, dando de mamar al niño con el pecho fuera. El grupo de la Virgen, el niño y el Ángel está atribuido a Lorenzo Mercadante de Bretaña y fechado hacia 1454.
También queremos mencionar en este artículo al autor Andrea della Robbia que nos deja un par de curiosidades en esta catedral. De cerámica polícroma tenemos La Virgen del Cojín y la Virgen de la Granada, ambas obras de este florentino del S.XV.
Hasta aquí el primer post de la Catedral de Sevilla, hemos dejado muchísimas otras obras y maravillas que esconde esta Catedral en el tintero así que seguiremos con próximos artículos sorbe Santa María de la Sede en breve.
Si quieres conocer la Catedral de Sevilla con nosotros, puedes hacerlo a través de nuestro tour.
Los secretos que esconde la Catedral de Sevilla
Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.
Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.