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#FAVMONUMENT: Iglesia de San Luis y Casa Palacio del Pumarejo

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Esta semana en #FAVMonument nos hemos desplazado hacia la zona norte del centro de Sevilla, para detenernos en dos magníficos edificios de la calle San Luis. Se trata de la antigua calle Real, arteria principal y por donde entraban los reyes a la ciudad por la puerta de la Macarena, tal y como hizo Fernando III una vez conquistada la ciudad por sus tropas. No ha dejado de tener este carácter estratégico, por lo que también en esta calle durante la Guerra Civil se peleó palmo a palmo por ella. Recorrer San Luis es deleitarse observando varias iglesias que aún conservan los minaretes de anteriores mezquitas, es revivir el modo en que se vivía hace no muchos años en los patios de vecinos y es, sobre todo, relacionarse con las personas que la habitan en sus bares y negocios locales que aún a perviven. De todo su patrimonio histórico destacamos la Iglesia de San Luis y la Casa Palacio del Pumarejo.

Es el mejor y más suntuoso templo barroco de Sevilla, y es una pena que la estrechez de la calle nunca haya permitido apreciar la fachada como se merece, quedando oculta a nuestros ojos la impresionante cúpula bicromática. El exterior es obra del maestro arquitecto Leonardo de Figueroa, figura clave en el en barroco sevillano, autor de San Telmo, El Salvador, la Magdalena y el hospital de la Caridad. El interior es obra de Pedro Duque Cornejo, que habiéndose inspirado en el templo de Salomón dispuso columnas inmensas en el templo que dejan la boca abierta. Este es uno de los motivos por el que gran parte de la ciudad espera con ansiedad la nueva apertura del edificio y finalización de las obras de restauración: para contemplar su magnífico interia de este edificio ha sufrido muchísimos avatares. Se construye a principios del XVIII y se inaugura el noviciado. Posteriormente los jesuitas fueron expulsados y los franciscanos organizan aquí un hospicio para religiosos ancianos. Tras la desamortización vuelven los jesuitas, pero pronto el uso dado a esta iglesia será muy cambiante: ha sido fábrica, hospicio, orfanato, colegio… hasta que en la década de los 60 es abandonado. En los 90 se restauró y desacralizó, y durante un tiempo se utilizó como sala de teatro y conciertos.

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La Casa, como se la conoce en el barrio, fue una casa palacio, vemos aún su escudo nobiliario en la esquina de la fachada. Fue corral de vecinos y ahora es casa vecinal y de hecho hay asociaciones y movimientos alternativos, incluso con una moneda alternativa, el PUMA, que quiere crear lazos entre los vecinos, solidaridad, e intercambio de bienes y servicios al margen del sistema económico imperante. Es el mejor ejemplo de lo dinámico que es el barrio en lo económico, político y cultural, manteniendo su espíritu contestatario vivo a lo largo de los siglos. Como curiosidad comentar que en el centro de la plaza colocó Don Pedro Pumarejo, cuando edificó la casa en el siglo XVIII, un gran fuente de mármol, y de aquella fuente, parte, se conserva en el monumento a Catalina de Ribera de los jardines que llevan su nombre, junto a los jardines de Murillo.

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#FAVMONUMENT: Iglesia de San Luis y Casa Palacio del Pumarejo

Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.

Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.