Clasificación iconográfica de las heroínas en el arte histórico
Las estructuras sociales no consideran que los héroes sean iguales que las heroínas. El héroe en nuestro contexto nos remite a la antigua Grecia. De entrada, vemos un contexto androcéntrico que deja huella en la consideración del heroísmo. Cuando estamos hablando del héroe, se impone la aplicación sistemática de un principio, inspirado en la filosofía de Platón. Concepto de kalokagathia, siendo literalmente la unión de lo bello y lo bueno, siendo lo feo lo malo.
Arquetipo de guerrero, que da paso a la sociedad de las polis. El hombre es bueno, es bello, mientras que la belleza en la mujer reflejará el señuelo diabólico, es el gancho visual que hace caer en la perdición a quien se encuentre a su alrededor. Por esto mismo, un héroe no es igual que una heroína.
Todo esto nos lleva a preguntarnos qué ocurre con las mujeres. Tristemente, no va por la misma línea de lo que comentamos. La sociedad, durante mucho tiempo, establece un prototipo de lo que “debe ser la mujer ideal”, debe ser virtuosa, casta, callada, modesta, humilde, obediente, entre otras cualidades.
Podemos apreciar claramente la anulación de cualquier posibilidad del liderazgo femenino. Han de tener una distancia prudente, de estas mujeres fuertes. Ósea, que no es aplicable al momento en el que ellas viven. Pero que no vayan a imitar a Lilith. ¿Quién es Lilith? En la mitología mesopotámica se considera diosa de la oscuridad o demonio maligno.
Relieve de la Reina de la Noche, Babilonia 1800–1750 a.C., British Museum. Relieve de terracota del período babilónico antiguo conocido como «Relieve de Burney» o «Relieve de la Reina de la Noche». La figura representada de una diosa-figura alada con patas de águila, flanqueada por búhos y posada sobre leones supinos podría ser un aspecto de la diosa Ishtar, diosa mesopotámica del amor sexual y la guerra. Sin embargo, sus patas de pájaro y los búhos que las acompañan han sugerido a algunos una conexión con Lilith.
Los judíos que vivían en Babilonia llevaron a su tierra de origen la creencia en esta criatura maligna, cuyo nombre, adaptado a la fonética del hebreo como לילית (Lilith), se puso en relación con la palabra hebrea ליל, laila, ‘noche’. El origen de la leyenda que presenta a Lilith como primera mujer se encuentra en una interpretación rabínica del Génesis 1, 27. La figura de Lilith como esposa rebelde de Adán, que abandona a su marido y el jardín del Edén, aparece por primera vez en el folclore judío, un texto medieval de tono satírico datado entre los años 700 y 1000.
Adán y Lilith nunca hallaron armonía juntos, pues cuando él deseaba tener relaciones sexuales con ella, Lilith se sentía ofendida por la postura acostada que él le exigía. «¿Por qué he de acostarme debajo de ti? —preguntaba—: yo también fui hecha con polvo, y por lo tanto soy tu igual». Como Adán trató de obligarla a obedecer, Lilith, encolerizada, pronunció el nombre mágico de Dios, se elevó por los aires y lo abandonó.
Saliendo del Edén fue a dar a las orillas del mar Rojo (hogar de muchos demonios). Allí se entregó a la lujuria con éstos, dando a luz a los lilim. Cuando tres ángeles de Dios fueron a buscarla (Snvi, Snsvi y Smnglof), ella se negó. El cielo la castigó haciendo que muriesen cien de sus hijos al día. Desde entonces las tradiciones judías medievales dicen que ella intenta vengarse matando a los niños menores de ocho días, incircuncisos.
Parece comprensible que la figura de Lilith no aparezca en la Biblia y se alce hoy día como un estandarte feminista, en tanto en cuanto fue la primera mujer que pobló la tierra y que antepuso sus decisiones a las imposiciones de la autoridad masculina.
La estudiosa de la iconografía femenina Erika Bornay rastrea los orígenes de esta figura hasta situarlos en la diáspora del pueblo judío, afirmando que, durante su éxodo, entraron en contacto con otras culturas, como la mesopotámica, de la que pudieron haber tomado el mito de Lillake, mujer de enorme belleza que, entre otras cosas, aparecía representada en compañía de un nido de serpientes, para conformar a su Lilith hebrea. De este modo, podemos establecer uno de los elementos comunes entre estas religiones y cultos: la serpiente es símbolo de maldad, y la maldad se asocia a la mujer y a sus pecados.
En un sentido convencional, las heroínas clásicas serían las activas, pero hay que tener en cuenta también el heroísmo pasivo. A la sociedad lo que le hubiera gustado es que fueran pasivas.
Heroínas pasivas:
Sus historias arrancan de su propio cuerpo y responden a la amenaza proferida contra su sexualidad, castidad, dignidad, amor propio o perdida de virginidad.
Lucrecia, Dido y Cleopatra en el mundo antiguo, siendo romana, griega y egipcia. Acaban suicidándose ante la mala experiencia, para preservar su integridad frente a la acción de sus agresiones.
Heroínas activas.
Sus historias proponen, cumplen o ejecutan acciones peligrosas y trascendentales que las convierte en salvadoras de sus pueblos.
Esther, Jael, Judith y Tomiris.
Cuando hablemos de las heroínas activas, las que desempeñen alguna acción mediante la violencia y tienen como adversario al que suele vencer, y las heroínas pasivas hacen la retaguardia de sus propios cuerpos.
Artemisa va a ser la representante de heroínas, por un lado con Judith y la cabeza de Holofernes y por otro lado, Susana y los viejos, que es un personaje del Antiguo Testamento. Que es el paradigma de la heroína activa.
Ella misma es la rencarnación real de su arte, del arte que practica. Artemisia Gentileschi en sus autorretratos nos demuestran la existencia de unos esquemas generales. Las artistas curiosamente eligen a la misma santa, que es Santa Catalina. Hay una explicación a esto, no es tanto la identificación con el martirio o con la tortura. Es la representación de una mujer que impone su presencia, su talento en un territorio esencialmente masculino.
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Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.
Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.