Catalina de Ribera y Hurtado de Mendoza
Mujeres ilustres sevillanas. Catalina de Ribera y Hurtado de Mendoza. No se sabe la fecha de su nacimiento, pero sí la de su muerte: el 13 de enero de 1505 moría Catalina de Ribera. Su cuerpo no ha descansado en mucha paz, pues fue colocado en un sepulcro en el Monasterio de Santa María de las Cuevas, pero siglos más tarde sus restos fueron trasladados al Panteón de Sevillanos Ilustres, y cuando se terminó de restaurar el Monasterio, puestos de nuevo en el lugar que eligió para reposar hasta la eternidad. Esta noble dama, de familia riquísima y de las primeras de la nobleza, tenía un gran ojo para los negocios y los administraba junto a su marido; y al morir éste y quedar viuda, logró multiplicar su fortuna. Tenían grandes latifundios, rentas concedidas por los Reyes y debidas a su cargo, botines de guerra, comercio por vía marítima, y sobre todo tenían el monopolio de las almonas y del jabón, con fama en toda Europa, probablemente debido a la calidad del aceite con que se elaboraba. El matrimonio formado por Catalina de Ribera y su esposo Pedro Enríquez fue de gran importancia en la introducción del Renacimiento en Sevilla. Compraron unos terrenos junto a la parroquia de San Esteban donde edifican la Casa Pilatos, la residencia familiar. Y unos años antes la familia Pineda les había vendido su palacio Junto a San Juan de la Palma, para pagar el rescate por su hijo, cautivo de en la Axarquía Malagueña, aún bajo dominio musulmán. Esta casa la reedificarían y se convertiría en lo que hoy conocemos como Palacio de Las Dueñas. Así existieron dos palacios para evitar disputas entre los dos hijos del matrimonio, y así es como la mano de Catalina de Ribera estuvo en los dos palacios más importantes de Sevilla tras el Alcázar.
Hay un afán por dar lustre al nombre y a la familia a través del arte y la arquitectura… y de las obras de caridad. Catalina de Ribera, junto a su hijo Fadrique, fundaron el Hospital de las Cinco Llagas para atender a mujeres pobres. El primigenio estaba en la calle Santiago, pero compraron los terrenos frente a la puerta de la Macarena para construir el magnífico edificio renacentista que conocemos hoy, el más moderno hospital de su tiempo, el edificio civil más grande de España hasta que se construye el Escorial, y que se usó como hospital durante casi 500 años, de lo eficientemente que fue construido. En realidad, Catalina apenas vio cómo empezaba la construcción, pero dejó instrucciones para su edificación, que llevó a cabo el maestro Hernán Ruiz.
Catalina de Ribera y Hurtado de Mendoza
Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.
Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.