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Al-Mutamid, Un rey de Leyenda

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Recientemente se ha descubierto que el Palacio de Al-Mutamid, el rey poeta de Ixbilya, se encuentra bajo las casas del Patio de Banderas y que pertenece a una zona que se daba por perdida. De este rey musulmán conocemos de oída muchas historietas y leyendas, como que hizo nevar en Sevilla para contentar a su amada, debido a su poesía que se consideró el culmen de las letras Andalusíes. Pero todo esto son historias que, aunque con una base histórica real, no nos sirve para hacernos una idea fiel del tipo de rey del que disfrutaba la Sevilla de por aquel entonces.

Al-Mutamid fue el rey del califato de Ixbilya en el siglo XI (1069 -1091). Fue el nieto del fundador del califato emir (Abu l-Qasim Muhammad ibn Abbad) y el segundo hijo varón de Al-Mutadid. Fue criado en la ciudad, por lo que podríamos decir que era sevillano, rodeado por una escuela de formales intelectuales que le fomentaron la sensibilidad artística, además de educarlo en acciones militares y políticas. En esta escuela conoció a su maestro y exquisito poeta cordobés Ibn Zaydun.

Pero no todo en Al-Mutamid era ser bohemio y culto, a los doce años ya daba indicios de ser perezoso y gustarle en exceso el vino y las mujeres. Cuando su hermano mayor, quien gobernaba entonces, murió, Al Mutamid debe regresar a la corte de Sevilla y hacerse cargo de las tropas del reino. Esto fue un fracaso absoluto, porque aunque consiguió recuperar Málaga de pura suerte (los propios malacitanos se alzaron contra su rey bereber de Granada) se dejó llevar por los placeres que esta recuperada ciudad le brindaban. Y es así cómo la oposición le ganó terreno y se vio obligado a huir. Refugiado en Ronda, se dedicó a escribir poemas sobre la melancolía, mientras esperaba conseguir el perdón de su padre por ser tan cobarde y perezoso de conservar la ciudad recién recuperada.

Cuando finalmente tiene el poder del califato se dedica a reproducir e incrementar el lujo palaciego con el que su padre vivía, pero sin ser tan sanguinario y cruel en las batallas como era. Pero su amor por los excesos le llevó a creer que su cantidad de concubinas del que se rodeaba era insuficiente. Se dice que llegaron a ser ochocientas, además de su favorita, su esposa, la bella Rumaykiyya, la reina Umm Rabi I’timad. Este podría ser uno de los principales motivos por los que el rey escribía poemas de carácter sensual. A su vez se dice que su gusto por el vino también iba dejando huella, no sólo en sus poesías, sino también en las frecuentes reuniones sexuales que organizaba en la corte, de las que muchas veces no recordaba nada debido al grado de embriaguez.

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Pero no pensemos que Al-Mutamid no tenía nada más que perdición por las mujeres, el vino y la poesía. Tenía un amigo el cual fue inseparable para él, Ibn Ammar, quien también escribía poesía. A pesar de que el padre de Al-Mutamid trataba de separarlos bajo cualquier circunstancia, tras su muerte, Al Mutamid lo nombró primer ministro del gobierno sevillano. Pero todos sabemos que mezclar amistad y trabajo, muchas veces no sale como esperamos, y así fue como estos dos amigos del alma terminaron por distanciarse. Durante la ambiciosa conquista de Murcia de Ibn Ammar puso en riesgo la vida de un hijo del gobernador, dejándole como rehén de un gobernador Cristiano. Después de este suceso se dedicaron a escribirse versos atestados de acusaciones y reproches. Finalmente Ibn Ammar consiguió el reino de Murcia y se proclamó rey, pero cayó en los mismos errores que su amigo Al-Mutamid cuando llegó a Malaga y terminó siendo destronado y arrestado. De este modo, humillado se vio obligado a escribirle a su antiguo amigo Al Mutamid, suplicándole dinero para su rescate.

Para que veáis si Al-Mutamid tenía alma de poeta y sensibilidad con sus allegados, aunque sus argumentos políticos no le conmovieron los versos suplicantes llegaron a su sensibilidad de poeta. El rey de Sevilla perdonó la traición y soberbia a su amigo y lo recibió de nuevo en su palacio. Aún así su amigo no fue tan agradecido e ideó una rastrera estrategia para derrotar a Al- Mutamid justo antes de ser definitivamente perdonado: Intentó convencer al príncipe Al-Rasid de volverse contra su padre. Cuando éste se enteró de toda la conspiración decidió acabar con su vida. Como era normal, ya le había perdonado muchas veces.

La pasional relación de amistad y odio que al-Mutamid sostuvo con Ibn Ammar contrasta con la dulce y constante serenidad del vínculo amoroso que le unió a la reina I’timad, su única esposa legítima. A pesar de las concubinas con las que contaba en su harén, el rey poeta amó profundamente a su mujer, hasta el punto de concederle todos los caprichos que se le antojaran, así se cuenta que a veces I’timad quiso modelar figuras de barro, al-Mutamid ordenó empozar las aguas claras de una alberca con azúcar, canela, jengibre y otras especies aromáticas, para que el lodo resultante perfumase las manos de su esposa. En su obra poética quedaron numerosas huellas de este sereno amor, reflejadas en poemas tan bellos como este:

«Invisible tu persona a mis ojos, está presente en mi corazón;
Te envío mi adiós con la fuerza de la pasión, con lágrimas de pena, con insomnio;
Indomable soy, y tú me dominas, y encuentras la tarea fácil;
Mi deseo es estar contigo siempre, ¡ojalá pueda concederme ese deseo!
¡Asegúrame que el juramento que nos une no se romperá con la lejanía!
Dentro de los pliegues de este poema escondí tu dulce nombre, I’timad».

Al-Mutamid, que había visto cómo la antigua ciudad que independizara su abuelo se había convertido en un reino que comprendía: (últimas conquistas) el Algarve (Portugal), Huelva, Algeciras, Ronda, Córdoba, Murcia, toda la actual provincia de Sevilla y parte de la de Jaén, sufrió también la desgracia de ver cómo desaparecía su dinastía en manos de la dominación almorávide. En dl año 1091, Sevilla fue víctima de la traición de sus últimos defensores y cayó en manos de sus enemigos. El rey poeta fue prisionero y conducido a Marruecos por orden del vencedor, el almorávide Ibn Tasufin. Allí vio morir a su amada I’timad, y allí murió él mismo pocos meses después, vencido de la melancolía, en el año 1095.

Y ahora que conocemos un poco más sobre este rey, podremos entender muchas de las historias y leyendas que se cuentan dentro del Alcázar para contextualizar el ambiente que se respiraba en aquella época musulmana de Ixbilya y darle sentido a la parte de la historia que está actualmente re-descubriéndose.

FUENTE: Texto extraído de mcnbiografias.com

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Al-Mutamid, Un rey de Leyenda

Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.

Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.