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El arenal de Sevilla, un teatro viviente

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El barrio del Arenal no siempre ha sido como lo vemos ahora, de hecho, hasta el siglo XVIII y más bien entrando en el XIX, el barrio no tuvo ni la mitad de elegancia que tiene hoy día.

Y es que hablamos del antiguo barrio extramuros que daba la bienvenida a aquellos viajeros que paraban en el Puerto de Sevilla, entrada de todo el negocio Americano y del exotismo de Europa. Quizá ahora nos cueste imaginarlo, pero debió ser un verdadero enjambre de mástiles de barcos y tinglados, especialmente concurrido con la llegada de la flota de Indias. Tenemos muchos testimonios gráficos para hacernos una idea.

Hasta el siglo XVIII el puerto de las Indias traía, junto con sus riquezas, viajeros de todas partes del mundo atraídos por el monopolio de los Reyes Católicos, y la curiosidad que levantaba la Babilonia de Occidente. El barrio del Arenal era un espectáculo con el telón siempre levantado: «Madre de huérfanos y capa de pecadores«, escenario sobre el que se gestó el carácter sevillano. De hecho, tanto es así, que autores del Siglo de Oro en España, tales como Lope de Vega o Miguel de Cervantes, se quedaron perplejos con el ambiente que en esta ciudad se respiraba, y sobre todo en el Arenal.

Pero, ¿qué es lo que hacía que este antiguo barrio en las afueras de la muralla tuviera tanto atractivo literario? Hagamos un repaso:

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El ambiente portuario bullicioso del Arenal en el siglo XVI era en sí mismo un reclamo para aquellos aventureros que querían conocer más sobre el Nuevo Mundo, la energía, y la efervescencia económica que vivía la ciudad con el monopolio del comercio con América. Sin contar, por supuesto, que en aquella época conseguir una oportunidad de viajar al Nuevo Mundo era la oportunidad de huir de muchos males que se habían cometido anteriormente.
Las atarazanas era el lugar donde toneleros, carreteros, astilleros o calafates, carpinteros y cesteros realizaban su tarea a diario, sin duda un lugar que daría muchos oficios y donde bullía la actividad.

La mancebía del Arenal, situada a extramuros de la ciudad, y aunque no fue la única en Sevilla, sí era la más concurrida y la que más polémicas tuvo. Rodeada por una muralla para controlar su entrada y salida de gentío, cuya puerta de acceso se llamaba “El Golpe”. Cerca de sus muros se situaban las tabernas donde paraban los marineros, que también eran concurridos. Esta mancebía era singular en sus condiciones, pues no permitía dentro de sus murallas tabernas, para así obligar a sus visitantes a salir a comer y beber, a modo de control de la actividad. Además tenía una restricción de horario y de días festivos, aunque muchas veces la muralla era asaltada y estas restricciones eran incumplidas. E incluso, para trabajar en ella, debías solicitar una licencia que obligaba a cumplir determinados requisitos y pasar por distintas revisiones médicas. Sobre la mancebía, os contamos más en nuestra ruta “Américas”.
El baratillo, un mercado de ropas y baratijas de todo tipo para los marineros que surge durante el siglo XV. Un lugar de pícaros, de cargadores, busconas y aventureros posado sobre el arenal que el Guadalquivir producía con sus avenidas. Este primitivo mercadillo fue el responsable de darle al actual Arenal la “Hermandad del Baratillo”, ya que gracias a este mercadillo comenzaron a adosarse casas a la muralla, que finalmente dando lugar a este arrabal, con muchos edificios que con el tiempo serían templos de hermandades como la anteriormente nombrada.
Como ven el Arenal tenía muchos componentes que hacían posible ese escenario que inspiraron a grandes escritores del Siglo de Oro, e incluso escritores de teatro de toda Europa.

De Lope de Vega, “el Arenal de Sevilla”, es quizá su obra más conocida y posiblemente la pieza que sería el documental de este dramaturgo sobre este barrio de Sevilla. Según decía «hay ladrones perseguidos por alguaciles, todo tipo de delitos y pícaros, pero su acento no es siniestro, sino lúdico. Digamos que la sangre del Arenal no llega nunca al río». Lope describió así a este barrio como una “Babilonia de occidente”. Entre sus versos se pueden ver imágenes escritas de aquel ambiente: «Por ese Arenal aparece una mulata, que viene caminando, muy cansada, desde la calle de la Feria; galeotes turcos que chapurrean un pobre español, el cuerpo de guardia de las galeras y un aguador que vende agua con anís».

Pero no es el único título bajo su firma que se inspira en nuestra Sevilla: La esclava de su galán; Los peligros de la ausencia; El premio del bien hablar; La prisión sin culpa; El ruiseñor de Sevilla; Servir a señor discreto; El testigo contra sí; La victoria de la honra.

Miguel de Cervantes, durante la década de 1587 a 1597 vivió en Sevilla y recorrió gran parte de sus pueblos y de sus calles. Fue acusado de quedarse con parte del dinero que recogía casa por casa, ya que trabajaba de recaudador de impuestos. Como ven, al igual que ahora, los escritores de antaño también necesitaban pluriemplearse para subsistir… Parece mentira que sea el autor de uno de los libros con más traducciones a otros idiomas en el mundo, ¿eh?

En la Cárcel Real fue donde concibió la idea de lo que sería “El Quijote”, según cuenta el propio Cervantes en el prólogo de la novela. Pero sobre todo, fue allí donde “Rinconete y Cortadillo” tomó su forma escrita, ya que fue en este lugar donde aprendió la jerga y forma de vida de los sevillanos del momento.

Tal y como dice el catedrático de Historia de América, Ramón M. Serrera, “Andalucía tenía el encanto del orientalismo, algo que volvía locos a los viajeros, a los músicos, a los grabadores románticos. La ópera es una manifestación más de este espíritu. Además, Sevilla es una ciudad que ha generado muchas realidades, pero también muchos mitos. Insisto, los mitos tienen muchas veces más realidad que las personas de carne y hueso y los hechos de verdad. Aquí llegó un viajero y preguntó dónde estaba la barbería de Fígaro.”

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El arenal de Sevilla, un teatro viviente

Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.

Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.