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Memorias de Cenizas, de Eva Díaz Pérez

Memoriasdecenizas

El libro de este mes, Memoria de Cenizas, es obra de Eva Díaz Pérez, periodista y novelista sevillana, que traza un gran fresco sobre la Sevilla del siglo XVI y los miembros del importante foco reformista en sus dos escenarios principales: el Monasterio de San Isidoro del Campo y en la casa de Isabel Baena.

Es una novela coral con varios personajes y puntos de vista, personas hoy olvidadas pero cuyas vidas fueron ejemplo en muchos casos de integridad, ejemplaridad y heroísmo. Al terminar de leerla se tiene la impresión de haber leído un libro sobre vidas de mártires, martirizados y condenados por la Inquisición en estos casos, y deja una sensación amarga sobre lo que podía haber sido Sevilla y no fue ni ha sido, pues era entonces el cruce de caminos más importante del mundo, y también de las ideas y el pensamiento, pero el Santo Oficio cercenó de raíz toda disidencia. Es más doloroso aún al considerar la cultura o la formación de estas personas, que siguieron fieles a sus creencias pese a que ello les supondría el tormento y la muerte.

Entre ellos, dos magistrales de la Catedral, Egidio y Constantino Ponce, famosos por sus predicaciones, en no pocas ocasiones miembros del órgano consultivo de la misma Inquisición que los condenó más tarde. Otro fue el prior de San Isidoro, Garci Arias, también quemado vivo, que lideraba un convento completamente reformado a las nuevas ideas, con notables traductores y escritores como Cipriano Valera, Casiodoro Reina o Antonio del Corro.

Es muy llamativo que muchos de estos sevillanos de nacimiento o adopción sean más conocidos en países protestantes que en España. Esta novela pone una importante aportación para hacer justicia a su memoria. Hablamos de quienes tradujeron la Biblia por primera vez e íntegramente al Español, la Biblia del Oso, esencial para el protestantismo. Desde luego la historia de este convento jerónimo es interesantísima de leer.

Y no menos interesantes son los personajes de la nobleza que participaban de esta nueva corriente de pensamiento. Lo mucho que arriesgaron y acabaron pagando por sus convicciones, la enorme cultura que tenían muchos de ellos, como María Bohórquez, una joven de apenas 20 años, nuestra Hipatia de Alejandría hispalense. Y cómo era aquella Sevilla, cómo era el pueblo de Sevilla que aceptaba y celebraba los procesos inquisitoriales con toda naturalidad…

Estamos, ante una historia novelada, que no una novela histórica, donde hay pocas concesiones a la ficción, donde simplemente se hila una historia real de modo que podemos seguir la secuencia de los acontecimientos, descubriendo una Sevilla que para muchos es completamente desconocida, cómo funcionaba el Santo Oficio y su sede, el Castillo de San Jorge (hoy Mercado de Triana) y sobre todo, recordando a una serie de personajes cuya memoria aún no ha recibido reparación.

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Memorias de Cenizas, de Eva Díaz Pérez

Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.

Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.

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