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Arqueología Subacuática en Andalucía

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Creo que todas estamos familiarizadas con la palabra arqueología y su significado, de hecho, es bastante común visitar restos arqueológicos en nuestras ciudades y alrededores pues tenemos la suerte de contar con numerosos yacimientos tanto en Andalucía como en el resto de España.

Sin embargo, cuando hablamos de arqueología subacuática la cosa cambia un poco. El principal motivo es la dificultad para «visitar» o poder acercarse a los restos, ya que suelen estar a varios metros bajo el nivel del mar o de ríos, el medio es dificil y necesitamos ciertas herramientas para poder acceder y un entrenamiento específico, además es un campo aun poco conocido y reconocido.

Cuando pensamos en arqueología subacúatica probablemente lo primero que se nos viene a la cabeza es un barco hundido (llamado pecio), pero la realidad es que este campo es mucho más amplio, formando también parte de él palafitos, ciudades hundidas o torres vigías como las existentes en el litoral onubense, y corrales de pesca como los que podemos encontrar en costas gaditanas.

Esta disciplina se encarga de realizar el estudio e interpretación de este valioso y desconocido patrimonio. Las primeras noticias de hallazgos y estudios de este patrimonio se van a dar en el siglo XIX, cuando los buceadores, ya con escanfandra, van a poder acceder a ellos. Es por eso que el avance en el buceo va a tener muchísimo que ver con el nacimiento de esta disciplina, en 1943 se inventa el regulador autónomo para poder bucear con botella. Y en 1961 se planifica la primera excavación subacúatica en Turquía.

Las técnicas utilizadas no son muy diferentes a las de tierra, aunque deben adaptarse al medio acuático. Estas intervenciones se organizan en fases, la primera de prospección o reconocimiento superficial, la fase de estudio documental, fase de excavación del yacimiento y extracción para su estudio en el laboratorio.

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No debemos olvidar que la arqueologia no trata de recuperar objetos, sino de ponerlos en valor e interpretarlos, debiendo siempre prevalecer el valor histórico del objeto sobre el económico, aunque hoy día existan multitud de las llamadas empresas cazatesoros buscando oro y plata en los diferentes mares y océanos para lucrarse de estas extracciones, por lo que existe un problema de expolio en el que a veces los estados deben luchar por vía judicial para recuperar el patrimonio ilegalmente extraído.

También existe el peligro de amenaza por construcciones en las costas y ríos o lagos, que las Administraciones competentes deben regular y controlar.

En Andalucía podemos encontrar algunos restos muy interesantes, habiendo registrados más de 900 naufragios en el litoral. Algunos ejemplos son el de 1905, cuando en aguas de Cádiz se va a localizar una estatua de un emperador, hoy en el Museo de Cádiz, mientras que en 1923 en la ría de Huelva se extrajeron diversos objetos de bronce de los siglos X y IX a.C. hoy en el Museo Arqueológico Nacional.

También cabe destacar los estos de embarcaciones tras el combate naval de trafalgar en 1805 en costas Gaditanas como el «Pecio de Camposoto«, el barco hundido «pecio del Águila«, en Almería o el de «San Pedro» en Málaga.

El Centro de Arqueología subacuática de Andalucía lo tenemos en la Costa Gaditana, en el precioso edificio del Balneario de la Palma y del Real.

¿Conocías estas curiosidades que se esconden en nuestras costas?

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Arqueología Subacuática en Andalucía

Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.

Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.