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La princesa Wallada

Wallada 1Monumento A Los Amantes CordobaIbn Zaydun Y Wallada

Wallada bint al-Mustakfi fue una princesa omeya y poetisa andalusí que nació en Córdoba en el año 994 y murió el 26 de marzo de 1091 también en Córdoba, cuando las tropas almorávides entraban en la ciudad. Era hija del califa al-Mustakfi y de la esclava cristiana Amina.

Tras el asesinato de su padre, y con sólo 17 años, la princesa Wallada abrió un salón literario en Córdoba donde enseñaba a leer, escribir y recitar a las hijas de las familias nobles e iniciaba a las esclavas en el arte de la poesía y el canto. Al fin y al cabo, en su vida las esclavas siempre fueron muy importantes. Su madre era una esclava instruida en Medina y de su educación se encargó la esclava negra Safia.

Con el paso del tiempo, el salón literario se convirtió en un lugar de obligada reunión para los intelectuales de la época. Allí se discutía de política, de historia, también se chismorreaba… pero ella intentaba que la poesía fuese el eje principal sobre el cual girara el salón literario.

En una de las sesiones poéticas conoció a Ibn Zaydun, que se convertiría en el amor de su vida. Era un noble de excelente posición, con gran influencia política y el intelectual más elegante y atractivo que acudía al salón literario.

Pero si Ibn Zaydun era atractivo, Wallada lo era aún más: de cuerpo esbelto, tez blanca, ojos azules, pelo rubio-pelirrojo y vestía a la moda de Bagdad. En los hombros de sus vestidos –y a modo de tatuaje- llevaba bordados los siguientes versos. En el lado izquierdo: “Por Allah que merezco cualquier grandeza/ y sigo con orgullo mi camino”; en el lado derecho: “Doy gustosa a mi amante mi mejilla/ y doy mis besos para quien los quiera”.

Monumento A Los Amantes Cordoba

Este amor debía permanecer en secreto, por la vinculación de Ibn Zaydun con los Banu Yahwar –enemigos de los Omeya-, así que comenzaron a expresar sus sentimientos a través de la poesía.

Wallada decía:

«Espera mi visita cuando apunta la oscuridad

pues opino que la noche es encubridora de secretos.

Tengo algo contigo que si coincidiera con el sol, éste no brillaría

y si con la luna, ésta no saldría,

y si con las estrellas, éstas no caminarían.»

Ibn Zaydun le contestaba:

«Tu amor me ha hecho célebre entre la gente.

Por ti se preocupa mi corazón y pensamiento,

cuando tú te ausentas nadie puede consolarme

y cuando tú llegas todo el mundo está presente.»

Esta relación amorosa pronto fue víctima de las intrigas de algunos gobernantes de al-Andalus, por ejemplo, del visir Ibn Abdus. Éste sobornó a una esclava de Wallada para que lo sedujera e Ibn Abdus hizo pública la traición.

La princesa Wallada montó en cólera. No sólo estaba dolido su orgullo, sino que su vida pública también se vio salpicada por el escándalo. No quiso nunca perdonar al que había sido su gran amor. Ibn Zaydun, aunque era consciente de que su carrera corría peligro, sólo sabía llorar por su amor perdido.

Tras esto, todos los poemas de amor que se habían intercambiado trocaron al odio y la sátira fue el género que ambos emplearon para comunicarse.

Wallada –por despecho- e Ibn Abdus –que siempre había deseado a la princesa- iniciaron una relación, aunque nunca llegaron a casarse. Ella recorría al-Andalus exhibiendo sus dotes poéticas, pero siempre volvía bajo la protección de Ibn Abdus, hasta su muerte en 1091.

Ibn Zaydun, por su parte, fue a Sevilla y se hizo visir de al-Mutadid. Murió en 1071 habiendo alcanzado la máxima reputación, poder y riqueza personal.

Ibn Zaydun Y Wallada

La princesa Wallada

Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.

Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.