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Ronda

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Ronda, sin duda, es uno de los pueblos más populares de Andalucía. Y una de las excursiones que más nos demandáis desde Sevilla. ¿A qué se debe la popularidad de este pequeño municipio en las montañas malagueñas? Probablemente a lo espectacular de sus vistas, y las rutas que puedes hacer desde allí. Pero Ronda no sólo merece la pena por su famoso puente, llamado por la mayoría de andaluces «El Tajo de Ronda«, además del tajo, este pueblo tiene muchísimo más que ofrecer.

Lo primero es lo primero, la historia de Ronda: una población fundada, probablemente, en el siglo VI a.C por los Celtas, posteriormente pasaron por aquí los Fenicios, los Griegos y los Romanos, que le dieron esplendor a la zona. Los Visigodos la toman cuando el imperio romano cayó, y en el 711-13, como en Sevilla y otras zonas de Andalucía, es conquistada por los musulmanes, quienes se quedarán en Ronda hasta 1485, cuando los Reyes Católicos consiguen tomarla tras un largo asedio.

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Habíendonos puesto ya en contexto, hablemos ahora de lo que tenemos que ver en Ronda:

El Tajo o Puente Nuevo situado sobre la Garganta del Tajo, al lado de la plaza de toros. Es un símbolo de Ronda y bajo él hay una distancia de 100 metros aproximadamente hasta llegar al río Guadalevín. Además, este puente une la zona antigua de la nueva en Ronda.

El Puente Viejo que anteriormente se consideraba «nuevo» hasta que se construyó el otro puente. El Puente Viejo comunicaba la ciudad y el barrio del mercadillo. Se considera de época árabe. Tras la conquista cristiana a finales del s. XV, el puente viejo quedó destrozado. Se restauró en el s. XX y el que hoy podemos ver se eleva a 31 metros del río y su arco mide 10 metros.

El Palacio de Mondragón se encuentra el museo municipal. Construido en 1314 por el rey Abomelik, fue utilizado más adelante como residencia principal de los reyes Isabel y Fernando. El coso taurino es propiedad de la Real Maestranza de Caballería de Ronda. Además es una de las más antiguas y monumental Plaza de Toros.

Los baños árabes de Ronda que fueron construidos a finales del siglo XIII. Se emplazaron también junto a la Puerta del Puente siguiendo la costumbre de la época, por la cual los visitantes debían purificarse antes de entrar a la ciudad.

Pero, además de los monumentos mencionados arriba, en Ronda lo que de verda merece la pena es pasear por su casco viejo. En la parte antigua, conocida como «La ciudad» se encuentra la Iglesia Mayor, la Iglesia del Espíritu Santo, la casa consistorial, distintos museos, los palacios de Mondragón y Salvatierra, la Casa del Rey Moro por la que se puede bajar al fondo del tajo a través de las escaleras de la mina, la Casa del Gigante, el Alminar de San Sebastián, la desaparecida Iglesia de San Sebastián, la Casa de San Juan Bosco, la Puerta de Felipe V y gran cantidad de casas-palacio, callejuelas y plazoletas.

Si tenéis la oportunidad, también sería buena idea pasar por un show flamenco, comer en algunos de sus restaurantes con vistas al tajo, tapear en alguna taberna y por supuesto, visitar alguna de las bodegas en el municipio o su alrededor, ya que el vino de Ronda es, probablemente, uno de los mejores de Andalucía. ¡Prometemos hacer un post sobre los vinos malagueños!

Mientras, si quieres ir de excursión a Ronda, te recomendamos ver nuestro tour disponible.

 

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Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.

Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.