La primavera en Sevilla es absolutamente espectacular, indescriptible,… ¡tienes que venir para vivirlo!

Además del clima perfecto, el olor del azahar que florece en esta época y el ambiente alegre en la ciudad, los sevillanos celebramos nuestras fiestas más importantes

La SEMANA SANTA es una auténtica experiencia que debes vivir de la mano de alguien que lo entiende y lo ama, y es capaz de llevarte a través de las calles abarrotadas, los antiguos misterios y rituales de las hermandades, la historia de esta compleja galería de arte y los sentimientos tanto religiosos como profanos.

Todos los años, con la primera luna llena de primavera, durante una semana entera, la ciudad detiene su vida normal para vivir absorta en sí misma y en la celebración de la Semana Santa. Las imágenes religiosas creadas en el mejor momento del Barroco español, los antiguos bordados hechos con hilos de oro y seda, la plata y el oro labrado con tanto detalle, junto con la gente expectante, el aroma del incienso, la música tan profunda… Puedes vivir siglos de tradición en sólo un día, por ejemplo, desde la sobriedad del Santo Entierro de “El Gran Poder” a la alegría desbordante de “La Macarena”.

No podemos simplemente explicarte la sensación y el sentimiento, debes experimentarlo por ti mismo, aunque sí podemos contarte la historia, porqué, cómo, cuándo, quién…

¿Te gustaría vivir la Semana Santa de Sevilla 2020? Hay diferentes formas de hacerlo y muchas actividades que puedes hacer para completar esta experiencia en la ciudad:

Disfruta de las procesiones desde un balcón compartido en el centro de la ciudad, visita las procesiones más bonitas en las mejores calles para vivir esta experiencia como un auténtico sevillano, o consigue tu propia casa y balcón sólo para ti, tu familia o amigos, acompañado en todo momento por un guía experto.

Contacta con nosotras para saber más información y conocer las actividades que pueden completar tu experiencia para conocer de cerca esta antigua y artística tradición.

Dos semanas después de Semana Santa, en Sevilla se celebra la fiesta profana: FERIA DE ABRIL, que en sus orígenes fue una antigua e importante feria de ganado pero ahora es uno de los mayores eventos sociales y coloridos de la ciudad.

La fiesta y el entretenimiento se emplazan en una ciudad efímera, donde las “casetas”, hechas con lonas de rayas (de color rojo o verde) y estructuras metálicas, muy simples y humildes, son decoradas con lujo, para que el sevillano haga de esta su hogar durante la semana de feria.

Los jinetes y amazonas, con los carruajes finamente decorados, pasean por “El Real” mostrando la mejor moda tradicional andaluza. Es una verdadera fiesta de colores para los sentidos que nunca olvidarás, como el sabor del “el rebujito”, (vino manzanilla con 7up), el pescaíto frito, o el movimiento de los volantes cuando se arrancan a bailar sevillanas.

Además podrás escoger diferentes opciones para vivirla, como ir en coche de caballos hasta la Feria, donde te explicaremos la idiosincrasia de esta fiesta, y probar un almuerzo típico en una caseta; o queda con nosotras en la “Portada”, que es la entrada de la feria, y pasea por “el Real” para conocer su ambiente, finalizando el paseo en una caseta privada donde disfrutaremos juntos de un vino y un aperitivo. También puedes elegir otras actividades para completar esta experiencia en la Feria de Abril, como un espectáculo de flamenco, aprender algunos pasos de flamenco, o vestir el traje típico de gitana para ir a la feria.

Estas disposiciones no fueron duraderas ni eficaces, pero nos habla de unos hechos a menudo desconocidos y de los que no se suele hablar, ni siquiera en los centros educativos. Pero merece la pena imaginar una Sevilla con un porcentaje llamativo de población negra, muchos de ellos llevando una carimba en el rostro, tal vez con el anagrama “ESCLAVO”, una S y un clavo (la primera que aparece en la imagen); aunque el carimbo se usó mayormente en las colonias americanas, mucho más difíciles de controlar por las autoridades. Otra curiosidad es que los hierros de carimbar se guardaban bajo llave en dependencias administrativas de la autoridad, o sea, que la carimba estaba perfectamente regulada por las leyes, y era como nuestros sellos de aduanas o de control de la CE o la matrícula en los coches, pues no se les consideraba más que mercancía. Y, además, por mandato real, los custodios y encargados de carimbar no podían cobrar por ello o cobrar, en todo caso, muy poco para evitar que se convirtiera en un negocio, como ya había ocurrido en algunos lugares.

Hasta 1679 no se suprimió la esclavitud indígena en los dos virreinatos y el carimbo aún tardaría un siglo más en ser prohibido completamente, ya en época ilustrada.